Papp vs
Folledo, combate celebrado en Madrid, fue un acontecimiento histórico por
diferentes motivos. Por un lado, visitó España en la mejor etapa de su carrera
un boxeador irrepetible, una verdadera figura. Posiblemente el mejor púgil que
ha pisado España para enfrentar a un boxeador nacional, incluso por delante del mexicano Carlos Zárate
(este frente a Juan Francisco Rodríguez en 1977, la noche en la que regaló una
gorra a José Alicante) y Max Schmeling o Primo Carnera, rivales ambos antes de
la Guerra Civil de Paulino Uzcudun en peleas celebradas en Barcelona (a
Schmeling vs Uzcudun II ya dediqué una entrada). Otros legendarios nombres como
Julio César Chávez, Pernell Whitaker o Azumah Nelson pelearon en este país pero
contra rivales extranjeros.
Luis Folledo,
por su parte, era una celebridad en la época, capaz de protagonizar un extenso
reportaje en el Blanco y Negro de ABC. En él, y en el resultado de este
combate, se ponían muchas esperanzas del futuro inmediato del boxeo español.
Habían pasado ya los años en los que Young Martín (mosca) y Galiana (pluma)
habían dominado Europa y las principales referencias eran ahora Mimoun Ben Alí,
quien se proclamaría campeón europeo gallo en fase de negociación del combate
que nos ocupa (y lo perdería unos días después de celebrado), y el propio Folledo.
Luis Folledo gozaba de gran fama en la época |
Ambos púgiles
estaban, además, muy bien posicionados en las listas mundiales que
The Ring publicaba periódicamente, por lo que se suponía que si el madrileño
lograba derrotar a Papp, podría tener una pronta oportunidad de asaltar el
título mundial de los pesos medios. Desde que terminó la contienda, sólo dos
boxeadores españoles habían logrado ese honor, aunque salieran derrotados: Luis
Romero en 1951 visitó Sudáfrica para perder por puntos con Vic Toweel y Young
Martín en 1957 se fue hasta Buenos Aires para hacer lo propio por KO frente a
Pascual Pérez. En 1961, el barcelonés Juan Cárdenas se había enfrentado al
norirlandés Johnny Caldwell, campeón mundial, pero contrariamente a lo que
afirma alguna publicación, fue una pelea sin el título en juego y a 10 rounds.
Papp, 3 oros en JJOO |
Además, no
puede dejarse de lado que el enfrentamiento también pudo venderse no sólo como
un choque deportivo, sino también de concepciones del mundo opuestas. Folledo
era un representante de la nación “vigía de Occidente”, mientras que Papp
procedía del otro lado del telón de acero, del bloque comunista. En realidad,
el genio húngaro era una rara excepción de deportista profesional en el bloque
controlado por la URSS, que realmente era quien dominaba el gobierno del país
magiar, especialmente tras aplastar la Revolución de 1956, que sorprendió a los
principales deportistas del país (entre ellos a Papp) compitiendo en los Juegos
Olímpicos de Melbourne. España, junto a Holanda y Suiza, por ejemplo, se negó a
acudir a este evento como protesta por la represión soviética.
Laszlo Papp,
nacido en 1925, fue uno de los mejores peleadores amateurs de la historia,
puede que junto a Rigondeaux, Teófilo Stevenson y algún otro. Consiguió ganar 3
medallas de oro en Juegos Olímpicos (Londres, Helsinki y Melbourne) y 2 en
Campeonatos de Europa, debiendo recordar que Mundiales no se celebraron hasta
1974. En 1957 decide pasarse al profesionalismo, aunque estaba prohibido en
Hungría. Sin embargo, se le concede una especie de “favor” para que pueda
ejercerlo fuera. Su base será Viena, donde llevará a cabo varios combates, pero
también subirá al ring en varias ciudades alemanas, París o Milán.
En mayo de
1962, precisamente en Viena, Papp desafía al campeón europeo del peso medio, el
danés Christian Christensen a quien gana por TKO en el 7º round, fruto de un
corte. Este lo combate lo realiza con licencia austriaca y ante casi 20.000
espectadores, pues ya se había convertido en uno de los principales deportistas
de su país de adopción boxística. En los meses siguientes, hasta marzo de 1963,
realizó otras tres defensas, ganando antes del límite. El húngaro estaba
inmerso en alguna pelea de rodaje cuando se le comunicó que su siguiente rival
obligatorio era el español Luis Folledo.
Folledo y su otra dedicación |
Folledo,
nacido en plena contienda bélica en 1937 en el barrio madrileño de Las Ventas,
representaba la ascensión desde un origen muy humilde hasta el estrellato a
través del deporte. Se había acercado a un gimnasio por primera vez para
intentar hacer frente a su aspecto escuálido. De hecho, en amateur y a pesar de
su altura, comenzó a pelear en mosca, mientras que después despuntaría en
profesional en el peso mediano (cierto púgil filipino no ha sido el primero, ni mucho menos). Segundo Bartos fue
el encargado de dirigir su paso al boxeo rentado, a finales de marzo de 1958.
Justo dos años después se convierte en campeón de España del peso wélter, título que
defendería en 8 ocasiones antes de dejarlo vacante para ganar el del mediano,
que hasta la fecha del combate había revalidado otro par de veces. Sus dos únicas
derrotas en un colosal palmarés de 78-2-1, habían sido en combates
internacionales y a lo puntos en Inglaterra (Brian Curvis) y Dinamarca (el
propio Christensen sin título por medio).
A finales de
julio se celebraba la subasta y esta vino acompañada de polémica. Las
federaciones española y alemana acusaron de existir irregularidades en el
proceso y apertura de sobres, ya que esta no era pública sino que el secretario
general de la EBU (European Boxing Asociation o Asociación Europea de Boxeo) y “enemigo” de la Federación Española, Edouard Rabret, lo
hacía a solas en su despacho. La Federación de Boxeo de España, a pesar de
lanzar una gran oferta para tratarse de un organismo no dedicado a la
promoción, sólo quedaba quinta, tras París, Viena, Hamburgo y… Palma de
Mallorca.
Pasados unos días se comunicaba que el ganador de la
subasta, era el magnate alemán con negocios hoteleros en Barcelona y Palma de
Mallorca, y que su intención era llevar el combate a Madrid (aunque todavía no
se descartaba la isla balear). Combate que no debía celebrarse, según dictamen
de la EBU, después del 30 de septiembre
y para el cual se pensaba en la plaza de toros de Las Ventas o el Estadio de
Chamartín, con mayor aforo y que posibilitaría que las entradas se colocaran a
un precio más asequible.
Sin embargo, a medida que las fechas pasaban, los
problemas empezaron a rodear el combate. Primero, se habló de una pelea por el
título mundial entre el campeón, el nigeriano Dick Tiger, y Papp, que por
normativa podía retrasar 90 días el combate con el español. Descartado esto, el
húngaro cayó enfermo como consecuencia de una infección provocada por una
vacuna contra la viruela que le pusieron en Budapest. Todo esto trasladó el
evento al 6 de noviembre y al Palacio de los Deportes, pero a principios de octubre
el equipo del campeón volvió a pedir una prórroga. La Federación española,
visiblemente enojada y defendiendo la idea de que Papp no quería venir a
España, solicitó que se estableciera una fecha definitiva y si el púgil magiar
no venía, se nombrara un sustituto para enfrentar al español por el cinturón.
A Papp le acusaron de tener miedo |
Folledo afirmaba en la prensa que sabía que esta fecha
no sería la definitiva, y que tras decir lo de la vacuna, seguro que otro día
“dice que tiene tifus”, que su rival sabía que perdería el cinturón y por eso
no quería venir a Madrid. Mientras tanto, seguía dedicando tiempo a su otra
pasión, el toreo. De hecho, tenía pensado debutar después del combate contra
Papp como novillero y, como el primero se había retrasado, ahora lo haría antes
del campeonato de Europa. Sería en Segovia el día 27. También, muy al uso de la
época, participó en otros combates: en octubre peleó, con victoria, los días 11
y 30.
Sobre el 10 de octubre llegaba la respuesta definitiva
de la EBU: se peleaba antes del 9 de diciembre o Papp perdería el título. Se
adoptó el día 4 de ese último mes del año (aunque volvería a moverse al 6) y el
consabido Palacio de los Deportes, que a diferencia de los recintos veraniegos
“sólo” podía albergar a 15.000 personas. Por ello, y para recuperar la
inversión, el precio de los tickets de la velada fue muy elevado: 1.000 pesetas
de la época la primera fila de silla de ring y 60 la más barata (de pie). Para
que la gente no se viera tentada de quedarse en casa, la Federación decidió que
no se televisaría. Poco después se anunciaba que el campeón húngaro llegaría a
París, donde entrenaría para el combate en el gimnasio de Bretonnel, afamado
hombre de boxeo del país vecino. Folledo, por su parte, respondió anulando unos
días antes de producirse su debú en el toreo.
La llegada de Papp a París se retrasó hasta los
últimos días de la preparación, pues el lunes 18 de noviembre salió de
Budapest. El 29 de ese mismo mes, 8 días antes del combate, el expreso de
Hendaya, procedente de París, llegaba a la madrileña Estación del Norte. De él
se bajaba Laszlo, quien era recibido por personal de la prensa y,
especialmente, por Nemes y Puskas, quienes le acompañarían estos días y le
servirían, en no pocas ocasiones, de traductores. La primera ocasión cuando,
tras su acomodo en el Hotel Plaza, allí dio su primera rueda de prensa. En todo
momento fue muy respetuoso, como siempre lo era, alejado de otros clichés pugilísticos. “Folledo me ha parecido un buen
púgil, rápido, técnico, entero… en fin, será mi más peligroso enemigo, porque
para mí el más difícil es siempre el próximo”, explicaba Papp a través de la
voz de Puskas.
También aseguraba que, en caso de derrota, Folledo le
daría la revancha. Un Folledo que no en pocas ocasiones había afirmado que lo
noquearía; incluso se dice que al algún medio declaró “voy a torear al Papp
ese”. Sin embargo, es justo decir que el madrileño no era especialmente un
bravucón: era un hombre de origen humilde que gracias al boxeo había podido
acomodar a sus padres y sus cinco hermanas, pero que solía tener los pies en el
suelo.
Una entrada del combate |
La expectación por el combate iba en aumento. El lunes,
Papp hacía un entrenamiento público en el Palacio de los Deportes, con
opiniones de todos los tipos, aunque los especialistas reconocieron que se
trataba de un boxeador excepcional. Seguidamente se marchó a su hotel para
recuperar fuerzas con la comida que había traído consigo de Hungría. Por su
parte, Folledo pasaría esta semana entrenando en La Casa de Campo. La
Federación, por su parte y en boca de su presidente, Vicente Gil, afirmaba que
hacía tiempo que había ingresado en un banco de Frankfurt la cifra de un millón
de pesetas, que era la bolsa del húngaro. El mecenas alemán parece que había
dejado el asunto en manos del organismo nacional.
Y llegó la noche del combate. Ambiente de gala en
Madrid (casi 3 millones de recaudación) para intentar ver coronarse a nuestro
campeón europeo nº 13. Entre los asistentes más cercanos al ring, cinco
ministros del Gobierno (Castiella, López Bravo…), el delegado nacional de
Educación Física y Deportes y el capitán general de la Primera Región. Al lado,
el todavía príncipe Don Juan Carlos y su primo Alfonso de Borbón, junto al jefe
de la Casa Civil y el director general de seguridad (Arias Navarro). Y también
personalidades como Cajigal, Samaranch, Francisco Urquijo, Saporta, Emilio
Romeo, Pedro Chicote, Luis Miguel Dominguín, Boby Deglané, Puskas, Kubala,
Gento, Di Stéfano o Jean Paul Belmondo (que… 50 años después, el sábado pasado
estaba en la velada de Mónaco). Y muchos, muchos más en un Palacio de los
Deportes que veía, posiblemente, el evento pugilístico más grande acaecido en
Madrid hasta el momento. Tras dos combates previos, uno de ellos protagonizado
por Galiana, llegaba la hora de la verdad.
A pesar de que los pronósticos parecían estar
igualados (imagino que habría que hacer patria), desde un primer momento el
campeón demostró ser mejor boxeador. Más bajo y de muchísimo menor alcance que
el madrileño, hizo de la media distancia su perfecto hábitat, a lo que ayudaba
su rapidez de piernas. Ya en el primero, un par de acometidas le permitieron
meter las primeras manos claras (aunque zurdo, al húngaro le pesaban ambas
manos). En el tercero, sin embargo, boxeando claramente a la contra y manteniendo un
activo jab, Folledo parecía empezar a remontar un combate que se había iniciado
contrario a sus intereses. En el cuarto, el campeón volvía a llevar la
iniciativa.
2ª caída del español |
La gran diferencia física |
Papp retenía, así, su cinturón |
El round 5º fue el que empezó a declinar la balanza de
forma clara. A pesar de que Folledo había contraatacado con acierto unos segundos
antes, en una nueva entrada rápida de Papp, este conecta un uno-dos que acaba con
el español en la lona. El madrileño se levantaba rápidamente (no existía la cuenta
reglamentaria de ocho) aunque visiblemente dañado: la campana le salvará de un
castigo más severo. El púgil centroeuropeo siguió con su plan de pelea en los
dos siguientes asaltos, sin buscar alocadamente la definición; pequeño respiro
para su rival, que buscó mantenerle a distancia con el jab y los pasos atrás, lo
que hizo que la multitud pensara que todavía era posible tener un campeón
español.
Ambos púgiles tras la batalla |
Sin embargo, en el octavo un duro crochet mandaba
nuevamente al aspirante a la lona; una vez en pie, en esta ocasión con mucho
tiempo por delante, Papp se lanzó a por su rival lanzando diversas andanadas de
golpes que no encontraron respuesta. El árbitro inglés, Ike Powell, paró el
combate, aunque surgieron varias protestas al creer que Folledo podría seguir.
La diferencia, realmente, era mucha. La decepción fue tremenda y en los días
siguientes no fueron pocos los que se preguntaron si Luis Folledo no estaba
todo lo centrado que debería en el boxeo. A pesar de ello, siguió con el toreo
y también tuvo otras dos oportunidades al título europeo del peso medio, aunque
perdería las dos en Italia: frente a Benvenuti y al argentino, nacionalizado
italiano, Juan Carlos Durán.
Papp, por su parte, realizó un par de defensas más y cuando
por fin alcanzó la oportunidad del ansiado título mundial y tenía un contrato
firmado para disputar ese combate, las autoridades húngaras decidieron no
concederle el visado para viajar a Estados Unidos a enfrentar al campeón (Joey
Giardello). Desencantado y sin rivales en el viejo continente, el genio húngaro
anunciaba su retiro, manteniéndose invicto en 29 combates (27-0-2). En 1989, el
Consejo Mundial de Boxeo lo homenajeaba y le nombraba honoríficamente como “El
mejor boxeador aficionado y profesional de todos los tiempos”. Un par de años
antes de su muerte, en 2001, entraba con toda justicia en el International
Boxing Hall of Fame. Sin duda, uno de los grandes.
Quizá el caso más claro de campeón sin corona |
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